Aún no se han conseguido los objetivos:
ROSA MONTERO MANERAS DE VIVIR
Por qué la mantequilla ya no se pone rancia
ROSA MONTERO 29/05/2011
Probablemente habrás visto en algún capítulo de la serie House cómo
el insoportable doctor envía a sus ayudantes al domicilio de uno de sus
pacientes, para intentar localizar allí el veneno químico que ha podido
provocar su rara enfermedad. Pues bien, la noticia inquietante es que
esas dolencias en realidad no son tan raras. Hace unas semanas, mientras
firmaba en Sant Jordi en Barcelona, se me acercaron dos chicas con una
mascarilla sanitaria cubriéndoles nariz y boca. Impresionaban bastante,
porque además estaban delgadas y no tenían un aspecto muy saludable.
Venían buscando ayuda para su lucha, que es la reivindicación de la
importancia de unas enfermedades a las que la sociedad hace muy poco
caso: los trastornos de sensibilización central, que son la fibromialgia
(FM), el síndrome de fatiga crónica (SFC), la sensibilidad química
múltiple (SQM) y la electrohipersensibilidad (EHS). Son achaques
complejos, con un centenar de síntomas diversos que pueden darse a la
vez o sólo unos cuantos, con mayor o menor intensidad, pero que en
ocasiones llegan a ser totalmente inhabilitantes. Cefaleas, agudos
dolores articulares, broncoespasmos, dificultades para respirar,
arritmias, alteraciones en el hígado, problemas gastrointestinales,
fatiga insuperable, visión borrosa... Esto es solo un pequeño aperitivo
de los problemas que estos enfermos padecen.
"Estos enfermos llevan décadas intentando que se reconozca su estado y su incapacidad"
Y lo más terrible es que, durante
muchos años, han sido considerados unos quejicas, unos neuróticos, unos
hipocondriacos, gente, en fin, que no tenía nada, aparte de una cabeza
alborotada y delirante. Suele suceder que, cuando los médicos desconocen
el mal al que se enfrentan, los enfermos terminen siendo culpabilizados
por sus síntomas, como si sus padecimientos fueran responsabilidad
suya. Y desde luego, muchos de esos pacientes han terminado
desquiciados, porque debe de ser enloquecedor sentir, primero, que tu
cuerpo se declara en rebeldía; que de repente, sin saber por qué y sin
que ningún doctor parezca entenderlo, todo empieza a dejar de funcionar;
y que, y esto es lo peor, nadie te toma en serio a pesar de estar
sumido en ese tormento físico. Estos enfermos llevan décadas intentando
que la Seguridad Socialreconozca
su estado y que, en las situaciones inhabilitantes, se les conceda la
incapacidad. Es un combate más que han de librar todos los días. Un muro
de incomprensión y desconfianza contra el que estamparse.
Por
lo menos, y después de mucho batallar, la fibromialgia y la fatiga
crónica ya han sido reconocidas como enfermedades en la clasificación
internacional de la OMS,
y poco a poco la clase médica y la sociedad van comprendiendo que, en
efecto, son terribles dolencias reales y no invenciones de espíritus
histéricos. Pero la sensibilidad química y la electrohipersensibilidad
todavía son consideradas como meros trastornos, con todo lo que ello
conlleva de falta de ayuda médica y social. Esta lentitud en reconocer
las dolencias no es nueva; ya ha sucedido con anterioridad con otras
enfermedades, como el lupus o la esclerosis, que hoy nadie pone en
cuestionamiento, pero cuyos síntomas tampoco se entendieron en otros
tiempos.
Piensan además estos enfermos, y
no debe de faltarles la razón, que en la sociedad hay fuerzas poderosas
que intentan minimizar sus reclamaciones, y con ello se refieren a las
grandes compañías químicas. Porque este tipo de enfermedades, de
incidencia claramente creciente, se deben a nuestra forma de vida; a la
contaminación ambiental, a la exposición cotidiana a productos químicos,
que se multiplica día tras día. Recuerdo que hace 25 años, en Estados
Unidos, me asombraba ver que allí la mantequilla no se ponía nunca
rancia, cosa que consideraba aberrante, porque estaba acostumbrada a que
la mantequilla se enranciara naturalmente al contacto con el aire.
Bien, eso hoy ya lo hemos perdido: la mantequilla española ya no se pone
rancia. Al coste, desde luego, de ingerir quién sabe qué cantidad de
conservantes.
Es
un detalle minúsculo, pero revelador. Vivimos vidas cada día más
artificiales y los productos tóxicos nos rodean por todas partes.
Algunos expertos sostienen que la incidencia de estas dolencias de
sensibilización central está entre el 1 y el 5 por mil. Y es de temer
que las cifras no hagan sino aumentar. Son enfermedades que, en sus
casos más graves, te anulan, te invalidan, te encierran en tu casa de
por vida. Digamos que son enfermos cómodos para el sistema, porque son
invisibles. Y sin embargo, pese al coste que tiene para ellos echarse a
la calle a protestar, lo están haciendo. Con su dolor, su agotamiento,
su asfixia y sus mascarillas a cuestas. Quizá los hayas visto: el pasado
7 de mayo hicieron una concentración de protesta en Madrid. No los
olvides.
Copiado de http://saberdescifrarlavida.blogspot.com.es/2012/04/por-que-la-mantequilla-ya-no-se-pone.html
un buen articulo realizado por Rosa Montero gracias al atrevimiento de una
enferma de SQM Sensibilidad Química Múltiple a la que desde este pequeño blog
le queremos agradecer su paciencia estando con un estado de salud bastante más
delicado del que tenía en ese momento, es una lección para aprender a vivir con
una de las enfermedades más terribles por lo aisladas que viven. Esto es un homenaje.
Los que durante este año la han agredido no tienen disculpa,
ella ha hecho mucho trabajo por
el reconocimiento de la enfermedad, esos pobres
desgraciados no saben valorar porque no tienen esa enfermedad o porque tienen
dinero pero sobre todo porque no son humanos.
Los últimos comentarios que hemos leído de esos
seres indeseables son los que nos han hecho decidir poner este broche al año.
También os invitamos a leer: El poder que uno tiene